viernes, 3 de septiembre de 2010

AFTERLIFE (mi propio río, mi propia vida)

Era hora de que me siente y escriba.
Que vague, recuerde, trace palabras
buscando calor en mi sangre sucia.
Meses que me veo decaer poco a poco
como el tonto que no previno nada
como los medicos, mequetrefes de mala entraña
soy ese hombre maleteado que mira al futuro con optimismo

Era hora de que me siente y ponga la cabeza en blanco
Me sostengo en mi propia imaginación
porque ya vivo, vive,
deseo ver hasta donde voy y de que soy capaz.
No me van a decir como debo vivir
un atrasado de lo formal que se me ve,
aguantando duro y parejo, ese dolor de las aguas al rededor de mi cabeza
Cabreado, entre si asi lo desea, pero entre ya,
que cuando me siento y escribo
he de levantarme y cortar este mundo en dos
brillante como la estirpe eterna
a mi o a ella o a ese Dios que dicen que existe,
a quien intente hablarme al oido enfermo.

Ella si,
Daniel no pertenecia al reino de este mundo
la tarde aquella en que la distinguió caminando en el boulevard.
Afirma haber reconocido en sus pómulos la tirantez d ela muerte.
Sus ojos, sin duda escaparon a la volada.
Algo de ausencia, lejanía podría ser, desapego.
El anda detras de la palabra justa.
El está exitado con la validez de su historia que considera un hiato de luz
entre la oscuridad que habita en nuestro cerebro
y aquella rotunda que ondula el cuerpo del mar.
Fue una rafaga, llegó a exclamar.
La historia tiene su tiempo,
pero se resiste a formar parte del pasado.
Se niega a desaparecer en la muerte definitiva.
Pervive aún aquel arraigo evidente
cuando sus labios me dan una vuelta de tuerca.
Me he dado cuenta, además, de algunos recortes recientes.
El boulevard carece de nombre
y despeja, a grandes brochazos, los detalles
Intenta la sintesis la brevedad,
la vana corporeidad de un soplo al corazon
Daniel sonríe y grita por dentro

La historia tambien se agota y esquiva gestos.
Ella no me pertenecía la vez que la distinguí
sentado en este café, desde este ángulo.
Ese Dios acostumbra a devolvernosla íntegra,
incluyendo el aire fatigado de su rostro.
O mi ojo tropezó con una imagen
que no correspondía con ese preciso instante
tan escurridizo, tan endeble, tan gris
o fue capaz, dicho de otra manera, de percibir
una imagen trasladada súbitamente al futuro.
Daniel se afana en hallar las palabras.
En ese esfuerzo malgasta su tiempo,
que vive entre lo ido y porvenir

Esta mañana es gris, opaca, con musica de silencio
Debo suponer que la calma ha llegado a mi
ni una brisa
El río se empoza, se hunde, va
Es la distancia la que talla mi forma de mirar.
Es el río lo que permanece.
Aire invisible
Instante

Debo suponer que sucedido el hecho
retorna a mi la aceptación.
El espejo permite que le meta la mano
y constate lo que rebusco:
un rostro palido, ciertas aliagas,
un fresno tenso en el combate irrelevante de la lluvia.

Como si fuese la mañana siguiente
o el día que continúa
o la noche que se yergue
y alcanza con las justas un astro con el hocico,
así se supone que debe marchar mi sensación,
aligerada por la visión del rocío,
abanico de media tarde.

Llevo en mi aquella carga
y mi cuerpo asimila el rigor.
Si bien soy otro, no soy quien fui.
La memoria diluye el trajín.
El tiempo avanza y deja al tiempo estarse,
atrás, sin trazos

Se supone que emerjo con una luz en la mirada.
Que vivo como si nada hubiese realmente sucedido.
El dolor esta exhausto y duerme en un manojo de hierba.
Uno se aproxima al hecho, los esculpe, lo detiene, desaparece
He convertido en mía esta ridícula constatación:
que mientras esté aqui daré vida a aquella muerte que pasó
antes de lo que te imagines...