¿POR QUÉ NO TIENES CARRO?

Sábado en Lima, con su ruido y su caos, los bares repletos y el aire espeso de conversaciones de fin de semana. Daniel y Franco se encontraban como dos sobrevivientes, cada uno cargando su propio desastre. Habían quedado en el bar à vins de siempre, ese al que volvía, como quien vuelve al útero, cada vez que las cosas se complicaban. Esa noche, Daniel estaba agotado. Había tenido un día largo entre juegos con sus hijos, el bautizo de una amiga de la universidad y una reunión interminable con su abogado para discutir los temas que no dejaban de acechar su vida legal. Franco, en cambio, arrastraba una tristeza que ya no podía disimular. Su relación de siete años había terminado de una manera que parecía más un desalojo que una despedida. Su exnovia había decidido cortar todo contacto, incluso el vínculo que Franco había logrado forjar con su hijo, quien para él era lo único que aún le daba sentido a la vida. Emanuel, el sommelier amigo, les soltó un rollo químico sobre tanino...